miércoles, 14 de enero de 2015

LA MUERTE DE MI MADRE YSABEL FERNÁNDEZ QUINTANA


La muerte nos desconcierta. No importa que sea la de una mujer ya de 84 años. Sabíamos que tenía que llegar ese momento,  pero  cuando llegó nos dejó perplejos, incómodos, impotentes…

La muerte es un acto violento, penetra en lo más profundo de nuestro corazón, arranca, lastima, hiere y deja un vacío insospechado.

La muerte nos llena de dolor, nos parece mentira que haya sucedido, no nos acostumbramos… miramos intensamente al pasado.  Recordamos momentos íntimos, añoramos otros que quisiéramos haber vivido y no  lo hicimos… un sinfín de sentimientos distintos se mezclan, se  entrecruzan, nos invaden y nos confunden, casi hasta la desesperación.

La  muerte  es cruel, es un viaje sin retorno de alguien  que  no quería  marcharse, ni dejarnos… A mamá ya no le podemos escribir,  ni visitar, ni llamar por teléfono…no sabemos dónde está… nos  parece mentira!

La muerte es un túnel oscuro, negro… nos preguntamos si  habrá algo más que túnel, si de verdad existirá una salida, o si todo terminó en aquella tumba.

Esto  y  mucho  más, es lo que sentimos hoy   nosotros,  ante  la muerte  de mamá…Sabemos que la hemos dejado en un nicho cubierta  de flores.  Flores que se marchitarán y  se pudrirán muy pronto, al mismo tiempo que el cuerpecito de nuestra madre  se irá descomponiendo.

Mamá no ha muerto del todo.

En  cada uno de nosotros vive su recuerdo. Está viva como  historia, es el amor que puede más que ese túnel negro y misterioso con  el nombre de muerte.

Pero  no  es  sólo en el recuerdo donde vive  mamá.  El  recuerdo podría ser simplemente fantasía.

Mamá vive en cada uno de nosotros, llevamos su sangre. Caminamos, actuamos y no nos damos cuenta que también en nosotros siguen viviendo mamá y papá.

No  sólo la muerte es misterio, también lo es la vida. Lo  es  la existencia  humana  en  su totalidad.

Mamá  nació  entre   gemidos  de  llanto  y  murió  entre  la  angustia  de  agonía, una  agonía  dura, lenta…como un parto hacia la nada.

No sabemos si habría querido nacer. Lo que sí sabemos es que,  no quería morir,  no nos quería dejar.

Su  deseo  de quedarse, de no morir le  producía  ansiedad.  Aquí estuvo, sin  duda, su mayor sufrimiento, quizás mucho  más  duro  que cualquier  dolor  físico. Se aferraba más y más a la  vida  porque  no quería dejarnos…Pero la vida le faltaba….

¿Qué sentía mamá?

Sentía  lo mismo que millones de moribundos, deseos de  vivir, pero bebiendo la angustia trágica de la copa de  la muerte.

No,   mamá  no ha muerto para siempre. La tumba no es  su  último destino,  las flores que la cubren perderán su aroma, se pudrirán,  se convertirán en polvo… para ellas pronto llegará el final total. Pero ése no es el presente, ni el futuro de mamá.

Como la de Jesús también su tumba  un día quedará vacía.

Mamá  está  viva. Allí sólo está su cuerpo,  un  cuerpo  gastado, dolorido, envejecido por el tiempo, los trabajos y el sufrimiento…

“Y a los tres días resucitó”.

Jesús rompió el túnel de la muerte, hoy está vivo. Una vida  que no reserva para Él sólo, sino para los que crean en Él, también.

“El que crea en mí, aunque muera vivirá”

Mamá, porque creyó en Jesús, vive ya con esa vida del resucitado. Por eso un día, en el misterio del tiempo, podremos hablarle y decirle lo que quizás quisiéramos decirle ahora y no sabemos cómo.

Con nuestra fe  podemos atravesar ese túnel de la muerte, ir  más allá de la tumba…yo sé que mamá está viva, ya no sufre, ya no  está amenazada por los dolores, la falta de vista, oído…por la agonía. Ya no dice “me ahogo” porque es feliz…y desde ese sitio misterioso,  en este  momento  nos ama de otro modo y sigue con nosotros.

NUESTRA MADRE Y ABUELA QUE ESTA SIEMPRE A NUESTRO LADO NOS BENDICE Y PIDE POR NOSOTROS.”

Que mamá nos vea, desde donde el Señor la tenga, siempre  unidos y  que  desde allí, en estos momentos sintamos que  sigue  estando  a nuestro lado y de nuevo nos bendice.

Que así sea.